Peor, imposible
Un portero simpático, y poco más. De los que crea equipo en
el vestuario y mucho miedo en el césped. Un par de centrales más preocupados de
protestar al árbitro que de guardar las autopistas de peaje (vacías) que se
construyen tras sus espaldas. Un lateral derecho que defiende mal, ataca peor y
parece que corre a cámara lenta de la penosa condición física que arrastra. Dos
mediocentros suplentes que hacen lo que pueden mientras los dos mejores
observan el solar desde el banquillo. Un internacional sub-21 tan lento como
frágil, que maltrata el balón parado y al que se le escapan los controles a
pases de tres metros. Un croata oscuro que ilumina, pero que no dura ni una
hora porque vino tras dos meses de vacaciones. Un delantero que si pisa el área
rival es por casualidad. Que al finalizar el partido pide disculpas a la
afición “porque no se merece el espectáculo lamentable que están dando”, mientras
olvida que hace dos meses fue él solito el que dio un espectáculo lamentable
por el que todavía no ha pedido perdón ni dado una explicación.
En conjunto, un equipo que llega tarde a todos los balones
divididos, que raramente gana un balón en largo o una carrera. Un grupo sin
alma, al que la pelota de fútbol se le hace de rugby cuando pasa por sus pies.
Sin confianza, sin garra, sin peligro, sin nada de nada. Un equipo roto en mil
pedazos, incapaz de hacer un solo gol en casa para remontar un partido en el
que le va la vida, porque ha terminado más jornadas sin golear que goleando (16
de 30). Un conjunto de jugadores de cierto nivel que arrastran cuatro meses sin
saber lo que es ganar un partido. Que están a falta de cuatro partidos para
cumplir una vuelta entera sin ganar. 15 jornadas sin victoria. 5 puntos de 45.
Y lo que viene…
Un entrenador desesperado a las tres semanas de llegar, que
ya sabe dónde se ha metido pero no encuentra el camino. Un presidente que
prefiere tener unos pocos miles más de euros en la caja que unos pocos miles más
de aficionados en la grada. Una afición cada vez más sola, a la que solo le
acompaña el escudo que luce en el pecho.
Esto es el
Getafe tras la jornada 30, a ocho de certificar su descenso a Segunda División,
si no intercede un milagro.
* Foto: marca.com