jueves, 31 de diciembre de 2015

Getafe 0-0 Deportivo

Feliz año 13

Unos dirán que el Getafe ha cerrado el año sin ganar. Otros que lo ha hecho sin perder. Aquellos de allí, que lo ha hecho sin encajar gol. Los de más allá, que no mete un gol al arcoíris. Y a ninguno le falta razón, aunque personalmente prefiero quedarme con que lo ha hecho jugando realmente bien, que no es poco. Frente a un equipo en puestos europeos, los de Fran Escribá han dominado y merecido la victoria. Más importante que eso es que parece que han cogido una senda que, extrañamente, parece positiva. Pero hagamos caso al 'señor Lobo' y no nos emocionemos, que esto no deja de ser el Getafe y ya nos conocemos todos las caras.

Al fin y al cabo los números mandan y dicen que estamos con 17 puntos en otras tantas jornadas, sólo tres por encima de los puestos de descenso. Total, para qué queremos más. Quien no firme con sangre eso en mayo no me representa. No obstante, las cifras en diciembre valen lo mismo que una naranja fuera de temporada: te los puedes llevar a la boca; sí, alimentan, pero ni fu ni fa.

Por eso, y porque estamos en fechas señaladas, apetece quedarse más con las sensaciones que con los puntos. Se acaba otro año más, otro año parecido y diferente, otros doce meses con sobresaltos y tedio. Un año que, a lo mejor por eso mismo, el Getafe lo termina jugando bien. Asentado, con cuerpo y dejando buen sabor de boca, como un vino de esos que merecen la pena. Tras perder claramente en el Bernabéu, el Geta ha despedido el 2015 sin perder sus últimos cuatro partidos, empatando los tres de Liga y ganando un gran –y esteril– partido al Rayo en Copa. Precisamente frente a los vallecanos se inició una mejoría tanto en el juego como en el estado de ánimo que se prolongó en Mestalla y en esta última fecha en casa.

Al nuevo año le pido, futbolísticamente hablando, que este Getafe casi irreconocible se mantenga por dicha senda. No le pido resultados porque, si sigue jugando así, estos llegarán tarde o temprano. Sí, el gol es importante, pero no deja de ser una consecuencia. Y la causa se está creando. El gol es al fútbol lo que la felicidad a la vida: lo importante es el camino que te lleva hacia él. Quiero creer que el Getafe está poniendo los cimientos para esa carretera.

Y si no, volveremos a decepcionarnos y a sufrir, que sobre eso se sustenta este bendito deporte. Ganemos, perdamos, empatemos o no juguemos, nunca faltará una crítica. Nos ampara nuestro derecho fundamental como aficionados. Hoy que el Getafe lo ha hecho bien no se está contento porque no gana. Cuando no juega a nada ni apenas crea ocasiones, quejas porque aburre a las ovejas. Cuando se pone a jugar y a agobiar al portero rival, no puede ser que falle tanto. Ni grises ni marrones: lo queremos todo y no queremos nada a la vez. No nos engañeños: vamos al fútbol a fiscalizar.

A eso y a beber. Feliz año, azulón.

domingo, 18 de octubre de 2015

Getafe 4-0 Las Palmas

La tormenta perfecta

Tormenta: 1. Perturbación atmosférica violenta acompañada de aparato eléctrico y viento fuerte, lluvia, nieve o granizo. Algo así ha sido el partido entre Getafe y Las Palmas. Una perturbación violenta, intensa y breve: dos veces buena. Diez minutos de partido y a descargarse el ‘Getafinder’, que las rachas hay que aprovecharlas. En ese ratito Álvaro y Pedro León iniciaron el vendaval regalando magistralmente dos goles a Víctor y Sarabia. El aparato eléctrico corrió a cargo del de siempre, un Víctor Rodríguez que a los dos minutos ya había abierto el marcador y a los noventa había vuelto a firmar una exhibición. Chicho Terremoto los vuelve locos. Nos vuelve locos.

Tormenta: 2. Adversidad, desgracia o infelicidad de alguien. En concreto, de los canarios. La adversidad de ser apabullados desde el pitido inicial al final por un equipo superior en todas las facetas del juego. La desgracia de jugar con Wakaso como mediocentro. La infelicidad de recibir cuatro goles y no ser capaces ni de acercarse a intentar anotar uno. Goleados y vapuleados.

Tormenta: 3. Manifestación violenta de un estado de ánimo excitado. Así está el Getafe ahora mismo, desencadenado desde que Fran Escribá ha empezado a dar con la tecla. Un equipo excitado en el que importa más el equipo que la excitación. Se lesionaron dos titulares como Medrán y Lafita y el conjunto sigue intacto, en su línea ascendente. Hay tanta competencia que no sabes quiénes son titulares y quiénes suplentes. Hoy desde el banquillo salieron Moi y Stefan y sumaron una asistencia y dos goles, respectivamente, al igual que hicieran Sarabia y Álvaro hace dos jornadas. Mucho equipo, mucho bloque.

Tormenta: Y 4-0. Cantidad grande de algo, especialmente si es impetuoso y violento. Gran cantidad de goles, de juego, de mentalidad, de trabajo. Un equipo con ímpetu, lleno de confianza, apabullando a su rival y dando la sensación de que esto es otra cosa. No es el resultado, es la imagen proyectada: los tres últimos partidos en casa se saldan con tres victorias, dos goleadas, ocho goles a favor y ninguno encajado; entre medias se fue a casa del colíder de Primera y ni se perdió ni se encajó. Parece que vuelve a ser difícil ganar al Getafe.

Un 4-0 es un 4-0, y nada más. Al fin y al cabo son tres puntos más, pero no es habitual que por estos lares los goles superen a los puntos. Tiene poco sentido mirar en la jornada 8 la clasificación, aunque si la euforia te hace echarle un vistazo, te encuentras con esos datos irrefutables que no sirven para nada. Por si no habías caído, el Getafe está a tres puntos de Europa, que es como decir que estás a tres ceros de ser millonario. Pero hay días en que te tocan diez euros en la quiniela y no hay quien te haga bajar de la nube. Así que nos quedaremos por un ratito en esas que hoy han formado la tormenta perfecta. Tan perfecta que Valerón volvió a jugar en el Coliseum con 40 años. Hay días que no hace falta nada más. 

lunes, 31 de agosto de 2015

Getafe 1-2 Granada

Y vuelta a empezar

El primer partido del Getafe en el Coliseum fue un cúmulo de condicionantes. Si Velázquez no hubiera pecado de imprudente metiendo una pierna donde no debía, Prieto Iglesias no habría picado el anzuelo de El Arabi. Si Prieto Iglesias hubiera hecho bien su trabajo, al Getafe no se le habría ido el partido en tres minutos. Si Lacen no hubiera regalado un balón al Granada a 70 metros de Guaita, Guaita no habría dejado a ese balón, centrado y raso, colarse en la red sin oponer resistencia. Si Escribá tuviera dos laterales izquierdos, Vigaray no habría jugado a banda cambiada y Success no le habría vuelto tan loco. Si Damián no fuera futbolista, podría ser repartidor. Si Alexis no tuviera desconexiones puntuales, sería un gran central de garantías. Si Medrán hubiera ejercido su función de creador en vez de pasarse el partido escondido y superado, su equipo lo habría agradecido. Y si este equipo tuviera gol...

Tantos condicionantes son la tapadera de las excusas cuando algo no ha ido bien. No obstante, a Fran Escribá hay que darle tiempo, igual que a cualquier entrenador que aterriza en un club y con una plantilla nueva. Por ahora se ve a un equipo sin solidez, pero con detalles que apuntan a un cambio en el estilo. Y con razones para el optimismo: si encaja a un buen mediocentro organizador y cimienta el juego en el binomio Emi-Víctor Rodríguez, este equipo va a divertir; Lafita, Wanderson y Moi Gómez también dijeron que hay esperanza. Da la sensación de que al nuevo entrenador azulón le faltan algunas semanas para dar con la tecla. Y si no, nos queda el mercado, que se cierra hoy; todavía puede llegar uno de esos delanteros goleadores que vienen al Getafe a no marcar goles. Total, que vuelta a empezar.

A veces es inevitable explicar algo a base de condicionantes, aunque sepas que no sirven para nada. Porque si los futbolistas no fallaran, no existirían los videojuegos. Y si no erraran los árbitros, de qué íbamos a hablar.  Un lunes de verdad es ese en el que terminan las vacaciones, tu equipo ha perdido y un señor chulo con silbato ha vuelto a encabronarte como no lo hacía ninguno desde hacía tres meses. Es la vuelta a la vida después del aburrido paraíso.

Y en esto consiste la vida, en caerse y volverse a caer. Ganar siempre carece de interés. Estar acostumbrado a perder te hace disfrutar de cada punto conseguido como si fuera el último. Y el último fue en mayo. Aunque llegarán más.

domingo, 24 de mayo de 2015

Getafe 2014-15: 12 años en Primera

Las doce campanadas del funambulista

Canta Sabina que la muerte es sólo la suerte con una letra cambiada. A quien escribe sobre el Getafe esta sensación le viene que ni cantada. Te pones a dejar negro sobre blanco la temporada del club azulón y tienes la sensación de que cuando ibas camino de escribir muerte, te salió suerte. No sabes cómo, al tiempo que tampoco sabes cómo lo ha hecho el equipo. El camino que va de una letra a otra, estrecho y serpenteante al borde del abismo, es el filo de la navaja sobre el que el Getafe levita sin caerse todavía al vacío. El canto de un duro. Los centímetros metafóricos que separan la eme de la erre se hicieron literales el año pasado en Vallecas, donde una milagrosa parada de Julio César permitió que el funambulista siguiera este año su trayecto sin perder la vertical. La presente campaña no ha sido tan agónica, que no menos triste; al fin y al cabo, se ha salvado consiguiendo un punto en las últimas siete jornadas. Por deméritos propios.

Vivir en el alambre no está tan mal si no te caes. Quién se acuerda de si la travesía ha sido dura cuando al cruzar la meta te ponen un bocadillo de panceta. Puede que el fin no justifique los medios, pero es que el Getafe no está en su mejor momento para ponerse a rebatir a Maquiavelo. Y ello a pesar de que tiene su punto de literatura. Con el paso de los años se le ha puesto cara de novela, donde la realidad supera a la ficción. La fantasía se le ha metido dentro. Para muestra, ahí va un botón.

El curso empezó sin arrancar, enfangado el club en una suerte de conflicto económico que devino en otro episodio más de ese género tan dominado en el Coliseum como es el esperpento. Problemas con el límite salarial de la LFP dejaron a Pedro León sin jugar durante los primeros tres meses de competición, convirtiéndolo en un proscrito encima vilipendiado por su propio club. Apartado de su trabajo sin tener ninguna culpa, el muleño tuvo que soportar a un presidente que era el primero que debía saber el problema y que, lejos de ponerle arreglo a priori, fue el primero que echó gasolina al fuego culpando a su jugador a posteriori. Lo bueno para Ángel Torres es que los problemas económicos son cíclicos por definición; lo malo es que los problemas éticos suelen permanecer.

El de Pedro no fue el único episodio de futbolistas que sí, pero no. El mercado invernal trajo un festival de surrealismo arrastrado por el conflicto inicial. Una vez inscrito Pedro León y sin solucionar las trabas de su límite salarial, el Getafe no podía fichar. Lo cual no impidió que se fichara sin fichar: jugadores como Zuculini o Iván Marcone estuvieron cerrados pero no llegaron; Cala y Aristeguieta incluso se estuvieron entrenando con la azulona durante un mes para, una vez vuelto a comprobar la imposibilidad para contratar a nadie, volverse por donde habían venido.

A la trama de los despachos no le tuvo nada que envidiar la de un banquillo por el que pasaron más inquilinos que por el Trono de Hierro en una temporada de Juego de Tronos. Empezó el curso Cosmin Contra, lo acabó Pablo Franco y entre medias se coló Quique Sánchez Flores. El primero se fue por obligación de las carencias económicas en enero, vendido al imponente fútbol chino. El segundo cogió un toro que casi le embiste porque el traje le venía más grande que a Messi uno de Pau Gasol, todo causado porque el tercero vino para salvar y se fue con la condena a cuestas. Ni dos meses duró Quique, que dimitió para “dignificar su profesión y respetarse a sí mismo” dejando por el camino una sensación de que podía haber empezado por dignificar y respetar a su afición. Pablo Franco hizo lo que pudo, que fue poco, pero finalmente suficiente.

Volviendo al capítulo de la plantilla y de jugadores que sí, pero no, hubo un tramo de temporada en el que hasta Babá metió un gol. Quien dice un tramo, dice un día, y quien dice un gol, dice un gol. Que por otra parte, ya es un tanto más de lo que se podía esperar de él. Luego sufrió una lesión de larga duración, al igual que Lafita, Yoda, Álvaro y Valera. Míchel y Sammir, dos de los pocos de la plantilla que veían en el balón un amigo y no una bola de fuego, no se lesionaron, pero fueron vendidos en enero porque en el Getafe urge mucho más el dinero que el fútbol. Así ha terminado la temporada, con un pequeño respiro en lo económico, muy pobre en el césped y sin fichas suficientes para completar las convocatorias.

Una temporada que ha dejado poco fútbol, pero peores datos. Ha sido el peor Geta en su historia en la máxima categoría, con el mínimo de puntos conseguidos, 37, y el máximo de partidos perdidos, 21. Con tres entrenadores distintos, sin comprar y vendiendo más de lo deportivamente deseable, el equipo selló la permanencia matemática en la penúltima jornada ante el Eibar contando con once jugadores de campo del primer equipo. El tramo final puede definir la temporada: consiguió siete puntos en siete días y acto seguido logró un punto en las últimas siete jornadas. Un punto que finalmente no ha hecho falta. De hecho, el Getafe logró la salvación sin saberlo un 12 de abril, tras empatar en casa con el Villarreal en la jornada 31.

Así han sido, son y serán las venturas y desventuras de un club que anda escribiéndose, mitad novela, mitad epopeya. Van doce episodios y el epílogo aún no se vislumbra. Estamos ante el Tyrion Lannister de la Liga: pequeño, feo y que no para de joder. Un enano resistente que, a pesar de todo, ha mantenido la categoría porque nunca la pierde. Que, a pesar de todo, no ha sufrido en exceso. Y que va a sumar doce años seguidos en la élite. Hay adolescentes que sólo han visto al club azulón en Primera División. El Getafe es un milagro constante y lo demás es mentira.

Total, que sin saber cómo ni por qué, el Getafe ha vuelto a salvar la categoría a pesar del Getafe. Enhorabuena, azulones. Que siga la suerte mientras nos llega la muerte.

lunes, 20 de abril de 2015

Somos distintos, somos iguales

20 de abril

20 de abril del 2015; hola, chat@, ¿cómo estás?
¿Te sorprende que te escriba? Tanto tiempo es normal.
Pues es que estaba aquí solo y me había puesto a recordar
que un dios maldijo la vida del emigrante,
del vagabundo del sueño errante,
y te tenía que hablar.

Paseando por las calles, todo tiene igual color;
las estrellas por la noche han perdido su esplendor.
Si en el mar mueren como ratas, como ves en televisión,
tranquilo, no te pongas nervioso, tranquilo;
tranquilo majete en tu sillón.

Cuéntame un cuento y verás que nuestros hijos se mueren.
Estómago vacío; tú lo ves por la tele después de haber comido.
Pan para todos, tenemos hambre;
pero los ricos no lo comparten.
La tierra de Occidente ya no tiene vergüenza;
arrasa nuestra tierra, nos roba la riqueza.

Un dios maldijo la vida del emigrante.
Serás mal visto por la gente en todas partes.
Serás odiado por racistas maleantes
y la Justicia te maltrata sin piedad.
Todos hermanos, todos farsantes.
 Cuánta miseria para el emigrante.

Y hasta hoy hemos llegado, aún con ganas de luchar,
con ganas de ser mejores y cambiar la realidad.
Seguiremos insistiendo en que el mundo hay que cambiar;
si siguen así las cosas, la tierra va a reventar.
Seguiremos haciendo amigos, enemigos siempre habrá;
para todos hay un sitio.
No, no les podrán parar; respirar es igual que soñar.

Bueno, pues ya me despido; si te mola me contestas.
Espero que mis palabras desordenen tu conciencia.
Pues nada, chic@, lo dicho; hasta pronto si nos vemos.
Yo sigo con mis canciones, tú sigue con tus sueños.


Somos distintos, somos iguales.

lunes, 9 de febrero de 2015

Frío, lluvia y mierda en el Coliseum

El parte del Coliseum

En el Coliseum siempre llueve. Da igual la época del año, que si eres un aficionado del Getafe vas a salir mojado. Si no es lluvia, será la tormenta que te genera dentro un equipo que te decepciona más de lo que te alegra y al que, por eso, cada día quieres más. Si no son ni la una ni la otra, nunca faltará el chaparrón de cada dos semanas: aunque tú no lo sepas, azulón, no estás en el Coliseum porque siempre está vacío. Tienes asumido que nunca van a valorar tu presencia porque nunca les va a dar por pensar que cuanta menos gente pueble la grada, más mérito tendrá esa gente. Hay domingos que incluso te mojas por las tres. Empapados y apaleados. Pero siempre con la cabeza alta.

Del Coliseum siempre sales sucio. Por la mierda que hay en los asientos y por la mierda que te va a caer encima por ser un aficionado inexistente. Como si el hecho de que no te acompañen todos los que pudieran fuera culpa tuya. Como si pagar tu abono no mereciera el detalle de que pasaran un trapo húmedo por esas sillas que hace tiempo dejaron de ser azules. Pero el orgullo de defender tus colores todo lo limpia. A pesar de tanta mierda, sales como entras: impoluto. Y que sigan ensuciando, que cuanto más nos intenten manchar más brillaremos.

Mojados y ensuciados, nos ponemos el termómetro. El Coliseum es un estadio frío en el que hace un frío del carajo. Allí se acerca una afición fría a la que, de tan gélida que es, no se le recuerda un solo incidente en once temporadas en la élite. Otras vendrán a dar lecciones de calidez, sin caer en la cuenta del lastre de violencia que arrastran consigo. Aquí no pasa eso. No queremos ese tipo de calor, preferimos el frío del respeto y el tedio de la tolerancia.

Tanto frío nos rodea que tenemos muchas probabilidades de salir quemados del estadio. En muchas ocasiones es un equipo que no da la talla el que te quema. Cuando da la casualidad de que no, no te faltará al llegar a casa la mofa irrespetuosa de algún periodista o medio de comunicación comunicándote que no, que tú no vienes de pelarte de frío en el Coliseum. Porque no hay nadie. Siendo generosos, diez o doce.

Este es un parte resumido del estado de las gradas del Coliseum. A pesar de todo esto, a la afición fantasma del Getafe no le cala la lluvia, no le ensucia la mierda ni tampoco le encoge el frío. Le protege un escudo que puede con todo: su orgullo y su pasión.

El broche final va en primera persona porque sé de lo que hablo. El Getafe nos fallará una y mil veces, que nosotros al Getafe no. Llueva, haga frío o nos cubra la mierda. Ahí estamos y ahí seguiremos: sacando brillo a nuestro orgullo para permanecer impolutos ante la adversidad.