domingo, 24 de mayo de 2015

Getafe 2014-15: 12 años en Primera

Las doce campanadas del funambulista

Canta Sabina que la muerte es sólo la suerte con una letra cambiada. A quien escribe sobre el Getafe esta sensación le viene que ni cantada. Te pones a dejar negro sobre blanco la temporada del club azulón y tienes la sensación de que cuando ibas camino de escribir muerte, te salió suerte. No sabes cómo, al tiempo que tampoco sabes cómo lo ha hecho el equipo. El camino que va de una letra a otra, estrecho y serpenteante al borde del abismo, es el filo de la navaja sobre el que el Getafe levita sin caerse todavía al vacío. El canto de un duro. Los centímetros metafóricos que separan la eme de la erre se hicieron literales el año pasado en Vallecas, donde una milagrosa parada de Julio César permitió que el funambulista siguiera este año su trayecto sin perder la vertical. La presente campaña no ha sido tan agónica, que no menos triste; al fin y al cabo, se ha salvado consiguiendo un punto en las últimas siete jornadas. Por deméritos propios.

Vivir en el alambre no está tan mal si no te caes. Quién se acuerda de si la travesía ha sido dura cuando al cruzar la meta te ponen un bocadillo de panceta. Puede que el fin no justifique los medios, pero es que el Getafe no está en su mejor momento para ponerse a rebatir a Maquiavelo. Y ello a pesar de que tiene su punto de literatura. Con el paso de los años se le ha puesto cara de novela, donde la realidad supera a la ficción. La fantasía se le ha metido dentro. Para muestra, ahí va un botón.

El curso empezó sin arrancar, enfangado el club en una suerte de conflicto económico que devino en otro episodio más de ese género tan dominado en el Coliseum como es el esperpento. Problemas con el límite salarial de la LFP dejaron a Pedro León sin jugar durante los primeros tres meses de competición, convirtiéndolo en un proscrito encima vilipendiado por su propio club. Apartado de su trabajo sin tener ninguna culpa, el muleño tuvo que soportar a un presidente que era el primero que debía saber el problema y que, lejos de ponerle arreglo a priori, fue el primero que echó gasolina al fuego culpando a su jugador a posteriori. Lo bueno para Ángel Torres es que los problemas económicos son cíclicos por definición; lo malo es que los problemas éticos suelen permanecer.

El de Pedro no fue el único episodio de futbolistas que sí, pero no. El mercado invernal trajo un festival de surrealismo arrastrado por el conflicto inicial. Una vez inscrito Pedro León y sin solucionar las trabas de su límite salarial, el Getafe no podía fichar. Lo cual no impidió que se fichara sin fichar: jugadores como Zuculini o Iván Marcone estuvieron cerrados pero no llegaron; Cala y Aristeguieta incluso se estuvieron entrenando con la azulona durante un mes para, una vez vuelto a comprobar la imposibilidad para contratar a nadie, volverse por donde habían venido.

A la trama de los despachos no le tuvo nada que envidiar la de un banquillo por el que pasaron más inquilinos que por el Trono de Hierro en una temporada de Juego de Tronos. Empezó el curso Cosmin Contra, lo acabó Pablo Franco y entre medias se coló Quique Sánchez Flores. El primero se fue por obligación de las carencias económicas en enero, vendido al imponente fútbol chino. El segundo cogió un toro que casi le embiste porque el traje le venía más grande que a Messi uno de Pau Gasol, todo causado porque el tercero vino para salvar y se fue con la condena a cuestas. Ni dos meses duró Quique, que dimitió para “dignificar su profesión y respetarse a sí mismo” dejando por el camino una sensación de que podía haber empezado por dignificar y respetar a su afición. Pablo Franco hizo lo que pudo, que fue poco, pero finalmente suficiente.

Volviendo al capítulo de la plantilla y de jugadores que sí, pero no, hubo un tramo de temporada en el que hasta Babá metió un gol. Quien dice un tramo, dice un día, y quien dice un gol, dice un gol. Que por otra parte, ya es un tanto más de lo que se podía esperar de él. Luego sufrió una lesión de larga duración, al igual que Lafita, Yoda, Álvaro y Valera. Míchel y Sammir, dos de los pocos de la plantilla que veían en el balón un amigo y no una bola de fuego, no se lesionaron, pero fueron vendidos en enero porque en el Getafe urge mucho más el dinero que el fútbol. Así ha terminado la temporada, con un pequeño respiro en lo económico, muy pobre en el césped y sin fichas suficientes para completar las convocatorias.

Una temporada que ha dejado poco fútbol, pero peores datos. Ha sido el peor Geta en su historia en la máxima categoría, con el mínimo de puntos conseguidos, 37, y el máximo de partidos perdidos, 21. Con tres entrenadores distintos, sin comprar y vendiendo más de lo deportivamente deseable, el equipo selló la permanencia matemática en la penúltima jornada ante el Eibar contando con once jugadores de campo del primer equipo. El tramo final puede definir la temporada: consiguió siete puntos en siete días y acto seguido logró un punto en las últimas siete jornadas. Un punto que finalmente no ha hecho falta. De hecho, el Getafe logró la salvación sin saberlo un 12 de abril, tras empatar en casa con el Villarreal en la jornada 31.

Así han sido, son y serán las venturas y desventuras de un club que anda escribiéndose, mitad novela, mitad epopeya. Van doce episodios y el epílogo aún no se vislumbra. Estamos ante el Tyrion Lannister de la Liga: pequeño, feo y que no para de joder. Un enano resistente que, a pesar de todo, ha mantenido la categoría porque nunca la pierde. Que, a pesar de todo, no ha sufrido en exceso. Y que va a sumar doce años seguidos en la élite. Hay adolescentes que sólo han visto al club azulón en Primera División. El Getafe es un milagro constante y lo demás es mentira.

Total, que sin saber cómo ni por qué, el Getafe ha vuelto a salvar la categoría a pesar del Getafe. Enhorabuena, azulones. Que siga la suerte mientras nos llega la muerte.