lunes, 31 de agosto de 2015

Getafe 1-2 Granada

Y vuelta a empezar

El primer partido del Getafe en el Coliseum fue un cúmulo de condicionantes. Si Velázquez no hubiera pecado de imprudente metiendo una pierna donde no debía, Prieto Iglesias no habría picado el anzuelo de El Arabi. Si Prieto Iglesias hubiera hecho bien su trabajo, al Getafe no se le habría ido el partido en tres minutos. Si Lacen no hubiera regalado un balón al Granada a 70 metros de Guaita, Guaita no habría dejado a ese balón, centrado y raso, colarse en la red sin oponer resistencia. Si Escribá tuviera dos laterales izquierdos, Vigaray no habría jugado a banda cambiada y Success no le habría vuelto tan loco. Si Damián no fuera futbolista, podría ser repartidor. Si Alexis no tuviera desconexiones puntuales, sería un gran central de garantías. Si Medrán hubiera ejercido su función de creador en vez de pasarse el partido escondido y superado, su equipo lo habría agradecido. Y si este equipo tuviera gol...

Tantos condicionantes son la tapadera de las excusas cuando algo no ha ido bien. No obstante, a Fran Escribá hay que darle tiempo, igual que a cualquier entrenador que aterriza en un club y con una plantilla nueva. Por ahora se ve a un equipo sin solidez, pero con detalles que apuntan a un cambio en el estilo. Y con razones para el optimismo: si encaja a un buen mediocentro organizador y cimienta el juego en el binomio Emi-Víctor Rodríguez, este equipo va a divertir; Lafita, Wanderson y Moi Gómez también dijeron que hay esperanza. Da la sensación de que al nuevo entrenador azulón le faltan algunas semanas para dar con la tecla. Y si no, nos queda el mercado, que se cierra hoy; todavía puede llegar uno de esos delanteros goleadores que vienen al Getafe a no marcar goles. Total, que vuelta a empezar.

A veces es inevitable explicar algo a base de condicionantes, aunque sepas que no sirven para nada. Porque si los futbolistas no fallaran, no existirían los videojuegos. Y si no erraran los árbitros, de qué íbamos a hablar.  Un lunes de verdad es ese en el que terminan las vacaciones, tu equipo ha perdido y un señor chulo con silbato ha vuelto a encabronarte como no lo hacía ninguno desde hacía tres meses. Es la vuelta a la vida después del aburrido paraíso.

Y en esto consiste la vida, en caerse y volverse a caer. Ganar siempre carece de interés. Estar acostumbrado a perder te hace disfrutar de cada punto conseguido como si fuera el último. Y el último fue en mayo. Aunque llegarán más.