lunes, 21 de marzo de 2016

Getafe 1-1 Eibar

No hay salvación para este Getafe

Hay 90 minutos que dan para más de un partido, e incluso te sobran más de la mitad. El del Coliseum fue algo así, con diez minutos iniciales en los que el Getafe marcó un gol pero pudo hacer tres y diez minutos finales en los que el Eibar empató y se pudo llevar el partido sin forzar la máquina. Entre medias, lo realmente destacable fue la lluvia. Las últimas jornadas, con sus miedos y sus rarezas, dan para simulacros así.

No obstante, tras nueve jornadas sin ganar y en caída libre, el Getafe estaba en un momento en el que lo que menos le importaba era jugar al fútbol. Necesita ganar, sin caer en la trampa de gastar un minuto en el cómo. Por eso salió Escribá con dos delanteros, para lograr el gol que tanto se le resistía y que tanto necesitaba. Bien es cierto que salir con dos delanteros en el Getafe es sinónimo de gol en la misma medida que ganar las elecciones es sinónimo de gobernar para Mariano Rajoy. De hecho, el tanto de los azulones vino por medio de Velázquez, un central que suma los dos últimos goles del equipo.

Antes de que el uruguayo abriera el marcador en el minuto 7, el Geta salió como nunca lo había hecho esta temporada: en tromba y a por todas. No sé si se lo creyó, pero sí hizo creer a los demás. Si hubiera tenido gol habría sentenciado el encuentro en los primeros diez minutos, si hubiera jugado siempre con esa intensidad estaría ya más que salvado. Falló Scepovic un remate en solitario en el punto de penalti, acertó Velázquez con un perfecto cabezazo tan pronto que el Getafe, de no creérselo, lo acusó. En realidad no hacía falta creer, hacía falta defender esa victoria. Y eso no lo hizo del todo mal el equipo azulón.

El Eibar lo intentó sin fe mientras el Getafe se dedicó a no querer intentarlo. Porque no era partido para gustarse y sentenciar, sino para sufrir y ganar por la mínima, que es a lo máximo que puede aspirar un equipo que no cree ni en su sombra. Álvaro falló sus dos goles como buen delantero errante que es; Medrán ayudó más al Eibar que al Getafe; y, para colmo, Sarabia siguió con su repertorio de no querer ni levantar los pies del suelo para luchar algún balón por alto, no vaya a ser que se le tache de lo que no es: un líder que lo deja todo por su equipo. Es realmente difícil definir al Getafe, es relativamente fácil ponerle un adjetivo: un equipo roto.

En mil pedazos se quedó cuando los armeros se encontraron, a falta de tres minutos, con un rechace que cayó a los pies de Inui, el mejor del partido, quien asistió al área pequeña para que Borja Bastón materializara el drama con un golazo de tacón. Con esa inercia, sin quererlo, los visitantes casi se llevan un partido sin insistir en su empeño. Hasta el minuto 87 fue el guión del plan perfecto para los locales: era un partido tan feo como pintar de verde césped las escaleras de una grada teñida de azul, tan fácil como sacar armarilla a un jugador del Getafe en el área rival a los 40 segundos de juego, tan raro como una primera mitad con un gol en los primeros diez minutos que no fue del rival, tan eficiente como un alemán en tiempo de descuento. Tenía el encuentro todos los ingredientes para acabar bien, pero últimamente nada sale bien para el Geta. Tanto que todo se alinea para que, en lugar de durar 87 minutos, los partidos duren 90.

Este empate, además de permitirle salir momentáneamente del descenso, le otorga al Getafe una nueva coartada para seguir engañándose. A sus aficionados ya no les engaña: o empieza a ganar o el año que viene animarán a un equipo de Segunda División.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Las Palmas 4-0 Getafe

El Getafe entra en coma

“Hay que decir las cosas como son: a día de hoy somos una auténtica mierda como equipo. Como sigamos así, nos vamos a Segunda de cabeza”. Fue Medhi Lacen, nada más finalizar el partido, quien soltó la mejor definición del Getafe ya no sólo en la nueva debacle ante Las Palmas, sino en el último mes y medio de competición. Palabras muy duras, pero no tan duras como la imagen de este equipo que parece no saber lo que se está jugando. Que únicamente es capaz de crear peligro en su propia área, que no juega pero deja jugar. Que acumula siete jornadas consecutivas perdiendo, que suma seis sin marcar un gol y que sigue sacando balones de su portería antes de que cante el gallo (esta vez ha sido en el minuto 6). Las cosas como son; son así. Si no es una auténtica mierda se le parece mucho.

Poco importa que Las Palmas metiera gol en su primer acercamiento al área o que el árbitro perdonara una roja clara a Bigas apenas un minuto antes de señalar el penalti que supuso el segundo para los locales. Poco importa eso cuando un equipo sale derrotado del vestuario cada vez que viaja lejos del Coliseum: en sus tres últimos encuentros a domicilio, el balance en goles es de 0-10. Han logrado, por deméritos propios, igualar el golaveraje con dos rivales directos como el Levante y Las Palmas trayendo de la primera vuelta un 3-0 y un 4-0, respectivamente. Todo es tan demoledor que el Getafe se está demoliendo.

En realidad da igual lo que se diga o proponga de fundamentos futbolísticos cuando el fútbol es lo de menos. El Getafe no es hoy un equipo de fútbol, sino un estado de ánimo escenificado en el tercer gol canario, con tres tiros de los locales en diez segundos propiciados por dos despejes azulones a sus pies, todo ello dentro del área. El Getafe hoy es Álvaro Pereira, fichado para 16 partidos estando 10 sancionado, que se pierde los cuatro primeros, le retiran la sanción y al primero que juega tarda 65 minutos en ser expulsado. El Geta es hoy alguien que no se puede despedir porque ya ha empezado a irse. Esto sólo lo salva una sesión profunda de psicoanálisis que devuelva la confianza a una plantilla bloqueada. 

Que el equipo sea un desastre no es culpa de Fran Escribá, ni de la plantilla, ni de Toni Muñoz, ni de Ángel Torres; la culpa es de la suma de todos ellos. De estos dos últimos por confeccionar la plantilla y desmantelarla en enero vendiendo pesos pesados como si el curso estuviera a salvo. Del entrenador porque no es capaz de hacer reaccionar a una plantilla que hace dos meses hacía un fútbol excelente y hoy no sabe ni de dar tres pases seguidos. No es posible que en tan poco tiempo se les haya olvidado jugar a unos ni dirigir a otros.

Este 4-0 puede ser el fin del inicio de una pesadilla o el principio del fin del más bonito de los sueños. Restan once jornadas para que todos, del primero al último, remen en la misma dirección y cambien por completo. Formatear y reiniciar. Olvidarse de la pesadilla de estas siete derrotas y tirar para adelante.  Lo contrario sería morir, porque lo único que ha hecho el Getafe en este mes y medio ha sido escribir su propia esquela. Ha enfermado y, en lugar de intentar ponerle remedio para curarse, se ha ido derechito al hoyo. Ha perdido el conocimiento y no responde a estímulos. Sí, lo estamos perdiendo.