No hay salvación para
este Getafe
Hay 90 minutos que dan para más
de un partido, e incluso te sobran más de la mitad. El del Coliseum fue algo
así, con diez minutos iniciales en los que el Getafe marcó un gol pero pudo
hacer tres y diez minutos finales en los que el Eibar empató y se pudo llevar
el partido sin forzar la máquina. Entre medias, lo realmente destacable fue la lluvia. Las últimas jornadas, con sus miedos y sus rarezas, dan para simulacros
así.
No obstante, tras nueve jornadas
sin ganar y en caída libre, el Getafe estaba en un momento en el que lo que
menos le importaba era jugar al fútbol. Necesita ganar, sin caer en la trampa
de gastar un minuto en el cómo. Por eso salió Escribá con dos delanteros, para
lograr el gol que tanto se le resistía y que tanto necesitaba. Bien es cierto
que salir con dos delanteros en el Getafe es sinónimo de gol en la misma medida
que ganar las elecciones es sinónimo de gobernar para Mariano Rajoy. De hecho,
el tanto de los azulones vino por medio de Velázquez, un central que suma los
dos últimos goles del equipo.
Antes de que el uruguayo abriera
el marcador en el minuto 7, el Geta salió como nunca lo había hecho esta
temporada: en tromba y a por todas. No sé si se lo creyó, pero sí hizo creer a
los demás. Si hubiera tenido gol habría sentenciado el encuentro en los
primeros diez minutos, si hubiera jugado siempre con esa intensidad estaría ya
más que salvado. Falló Scepovic un remate en solitario en el punto de penalti,
acertó Velázquez con un perfecto cabezazo tan pronto que el Getafe, de no
creérselo, lo acusó. En realidad no hacía falta creer, hacía falta defender esa
victoria. Y eso no lo hizo del todo mal el equipo azulón.
El Eibar lo intentó sin fe
mientras el Getafe se dedicó a no querer intentarlo. Porque no era partido para
gustarse y sentenciar, sino para sufrir y ganar por la mínima, que es a lo
máximo que puede aspirar un equipo que no cree ni en su sombra. Álvaro falló
sus dos goles como buen delantero errante que es; Medrán ayudó más al Eibar que
al Getafe; y, para colmo, Sarabia siguió con su repertorio de no querer ni
levantar los pies del suelo para luchar algún balón por alto, no vaya a ser que
se le tache de lo que no es: un líder que lo deja todo por su equipo. Es
realmente difícil definir al Getafe, es relativamente fácil ponerle un
adjetivo: un equipo roto.
En mil pedazos se quedó cuando
los armeros se encontraron, a falta de tres minutos, con un rechace que cayó a
los pies de Inui, el mejor del partido, quien asistió al área pequeña para que Borja
Bastón materializara el drama con un golazo de tacón. Con esa inercia, sin
quererlo, los visitantes casi se llevan un partido sin insistir en su empeño. Hasta
el minuto 87 fue el guión del plan perfecto para los locales: era un partido
tan feo como pintar de verde césped las escaleras de una grada teñida de azul,
tan fácil como sacar armarilla a un jugador del Getafe en el área rival a los
40 segundos de juego, tan raro como una primera mitad con un gol en los
primeros diez minutos que no fue del rival, tan eficiente como un alemán en
tiempo de descuento. Tenía el encuentro todos los ingredientes para acabar
bien, pero últimamente nada sale bien para el Geta. Tanto que todo se alinea
para que, en lugar de durar 87 minutos, los partidos duren 90.
Este empate, además de permitirle salir momentáneamente del descenso, le otorga al Getafe una nueva coartada para seguir engañándose. A sus aficionados ya no les engaña: o empieza a ganar o el año que viene animarán a un equipo de Segunda División.