miércoles, 2 de marzo de 2016

Las Palmas 4-0 Getafe

El Getafe entra en coma

“Hay que decir las cosas como son: a día de hoy somos una auténtica mierda como equipo. Como sigamos así, nos vamos a Segunda de cabeza”. Fue Medhi Lacen, nada más finalizar el partido, quien soltó la mejor definición del Getafe ya no sólo en la nueva debacle ante Las Palmas, sino en el último mes y medio de competición. Palabras muy duras, pero no tan duras como la imagen de este equipo que parece no saber lo que se está jugando. Que únicamente es capaz de crear peligro en su propia área, que no juega pero deja jugar. Que acumula siete jornadas consecutivas perdiendo, que suma seis sin marcar un gol y que sigue sacando balones de su portería antes de que cante el gallo (esta vez ha sido en el minuto 6). Las cosas como son; son así. Si no es una auténtica mierda se le parece mucho.

Poco importa que Las Palmas metiera gol en su primer acercamiento al área o que el árbitro perdonara una roja clara a Bigas apenas un minuto antes de señalar el penalti que supuso el segundo para los locales. Poco importa eso cuando un equipo sale derrotado del vestuario cada vez que viaja lejos del Coliseum: en sus tres últimos encuentros a domicilio, el balance en goles es de 0-10. Han logrado, por deméritos propios, igualar el golaveraje con dos rivales directos como el Levante y Las Palmas trayendo de la primera vuelta un 3-0 y un 4-0, respectivamente. Todo es tan demoledor que el Getafe se está demoliendo.

En realidad da igual lo que se diga o proponga de fundamentos futbolísticos cuando el fútbol es lo de menos. El Getafe no es hoy un equipo de fútbol, sino un estado de ánimo escenificado en el tercer gol canario, con tres tiros de los locales en diez segundos propiciados por dos despejes azulones a sus pies, todo ello dentro del área. El Getafe hoy es Álvaro Pereira, fichado para 16 partidos estando 10 sancionado, que se pierde los cuatro primeros, le retiran la sanción y al primero que juega tarda 65 minutos en ser expulsado. El Geta es hoy alguien que no se puede despedir porque ya ha empezado a irse. Esto sólo lo salva una sesión profunda de psicoanálisis que devuelva la confianza a una plantilla bloqueada. 

Que el equipo sea un desastre no es culpa de Fran Escribá, ni de la plantilla, ni de Toni Muñoz, ni de Ángel Torres; la culpa es de la suma de todos ellos. De estos dos últimos por confeccionar la plantilla y desmantelarla en enero vendiendo pesos pesados como si el curso estuviera a salvo. Del entrenador porque no es capaz de hacer reaccionar a una plantilla que hace dos meses hacía un fútbol excelente y hoy no sabe ni de dar tres pases seguidos. No es posible que en tan poco tiempo se les haya olvidado jugar a unos ni dirigir a otros.

Este 4-0 puede ser el fin del inicio de una pesadilla o el principio del fin del más bonito de los sueños. Restan once jornadas para que todos, del primero al último, remen en la misma dirección y cambien por completo. Formatear y reiniciar. Olvidarse de la pesadilla de estas siete derrotas y tirar para adelante.  Lo contrario sería morir, porque lo único que ha hecho el Getafe en este mes y medio ha sido escribir su propia esquela. Ha enfermado y, en lugar de intentar ponerle remedio para curarse, se ha ido derechito al hoyo. Ha perdido el conocimiento y no responde a estímulos. Sí, lo estamos perdiendo.

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