El Getafe entra en coma
“Hay que decir las cosas como son: a día de hoy somos una
auténtica mierda como equipo. Como sigamos así, nos vamos a Segunda de cabeza”.
Fue Medhi Lacen, nada más finalizar el partido, quien soltó la mejor definición
del Getafe ya no sólo en la nueva debacle ante Las Palmas, sino en el último
mes y medio de competición. Palabras muy duras, pero no tan duras como la
imagen de este equipo que parece no saber lo que se está jugando. Que
únicamente es capaz de crear peligro en su propia área, que no juega pero deja
jugar. Que acumula siete jornadas consecutivas perdiendo, que suma seis sin
marcar un gol y que sigue sacando balones de su portería antes de que cante el gallo (esta vez ha sido en el minuto 6). Las cosas como son; son así. Si no es
una auténtica mierda se le parece mucho.
Poco importa que Las Palmas metiera gol en su primer
acercamiento al área o que el árbitro perdonara una roja clara a Bigas apenas
un minuto antes de señalar el penalti que supuso el segundo para los locales. Poco
importa eso cuando un equipo sale derrotado del vestuario cada vez que viaja
lejos del Coliseum: en sus tres últimos encuentros a domicilio, el balance en
goles es de 0-10. Han logrado, por deméritos propios, igualar el golaveraje con
dos rivales directos como el Levante y Las Palmas trayendo de la primera vuelta
un 3-0 y un 4-0, respectivamente. Todo es tan demoledor que el Getafe se está
demoliendo.
En realidad da igual lo que se diga o proponga de fundamentos
futbolísticos cuando el fútbol es lo de menos. El Getafe no es hoy un equipo de
fútbol, sino un estado de ánimo escenificado en el tercer gol canario, con tres
tiros de los locales en diez segundos propiciados por dos despejes azulones a
sus pies, todo ello dentro del área. El Getafe hoy es Álvaro Pereira, fichado
para 16 partidos estando 10 sancionado, que se pierde los cuatro primeros, le
retiran la sanción y al primero que juega tarda 65 minutos en ser expulsado. El
Geta es hoy alguien que no se puede despedir porque ya ha empezado a irse. Esto
sólo lo salva una sesión profunda de psicoanálisis que devuelva la confianza a
una plantilla bloqueada.
Que el equipo sea un desastre no es culpa de Fran Escribá, ni
de la plantilla, ni de Toni Muñoz, ni de Ángel Torres; la culpa es de la suma
de todos ellos. De estos dos últimos por confeccionar la plantilla y
desmantelarla en enero vendiendo pesos pesados como si el curso estuviera a
salvo. Del entrenador porque no es capaz de hacer reaccionar a una plantilla
que hace dos meses hacía un fútbol excelente y hoy no sabe ni de dar tres pases
seguidos. No es posible que en tan poco tiempo se les haya olvidado jugar a
unos ni dirigir a otros.
Este
4-0 puede ser el fin del inicio de una pesadilla o el principio del fin del más
bonito de los sueños. Restan once jornadas para que todos, del primero al
último, remen en la misma dirección y cambien por completo. Formatear y
reiniciar. Olvidarse de la pesadilla de estas siete derrotas y tirar para
adelante. Lo contrario sería morir,
porque lo único que ha hecho el Getafe en este mes y medio ha sido escribir su
propia esquela. Ha enfermado y, en lugar de intentar ponerle remedio para
curarse, se ha ido derechito al hoyo. Ha perdido el conocimiento y no responde
a estímulos. Sí, lo estamos perdiendo.
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